Ausentes de la necesidad de conocer la riqueza que nos aporta la naturaleza, y la forma de convivir en perfecta simbiosis con ella que tuvieron algunos de nuestros mayores, en ocasiones buscamos formas para entender el mundo actual del que nos rodeamos, testigo del que dejamos atrás.
Esos tiempos nos dejaron vestigios que vislumbramos en estado de abandono en paredes, cuadras y otros rincones de viejos cortijos y posadas; antes herramientas imprescindibles: aquí un yugo corroído por la carcoma, un bieldo desdentado, una veterana hoz oxidada, una zoqueta pulida por el uso, un trillo que muestra alguna de sus piedras, zambombas rajadas junto a unas castañuelas, enseres todos que hicieron la vida más cómoda y divertida, en un medio que no daba muchas facilidades, y donde el trabajo, el tesón y la alegría de vivir arrancaban a la tierra el sustento que hacía futuro en las familias del campo.
Para ello nos hemos sumergido en el pasado, a fin de descubrir el arte de las actividades rurales o populares que convivieron con las gentes que poblaron estos cortijos y otros muchos de la provincia de Málaga.
Esta inmersión la llevamos a cabo en la capital, en el Museo de Artes Populares, antiguo edificio del Mesón de la Victoria (S.XVII), situado en el casco histórico de la ciudad y que nos muestra un irregular trazado de clara tradición islámica, frente al cauce del río Guadalmedina, entre el puente de Santo Domingo y el de los Alemanes, que justifica la situación del mesón en este lugar, entre Puerta Nueva y las Atarazanas.
El hermoso edificio, emparedado por nuevas construcciones, tiene una estructura cuadrangular, donde las dependencias se distribuyen en torno a un patio central, luminoso y fresco, cubierto de vegetación, con una galeria baja y otra alta sustentada sobre columnas marmoleas que se unen por arcos de medio punto que dan esbeltez y gracia al edificio. Las tejas moriscas que cubren el tejado, frecuentado a la vieja usanza por esquivos gatos, vierten sus aguas al patio y dan un aspecto realmente pintoresco al conjunto.
Las galerias de las dos plantas nos conducen a distintas dependencias donde podemos observar la conservación y, en algunos casos, recuperación del patrimonio etnográfico malagueño, donde la cultura y la historia local son los absolutos protagonistas: desde el mundo burgués con sus vestimentas y hogareños espacios, hasta la artesanía puramente rural; desde enseres de pesca, pasando por una excelente colección de Barros Malagueños, a litografías de exquisita fineza relacionadas con la comercialización de la uva pasa.
Ahora la iniciativa del descubrimiento de estos lugares depende del tiempo y el interés del viajero, donde dejarse llevar por la historia pasada y viva de los objetos que se exponen es fácil de seguir si utilizamos la guía que nos acompaña al comprar la entrada, con las salas numeradas. Galería del museo con aperos de artesanía y coche de caballos.
Ahora la iniciativa del descubrimiento de estos lugares depende del tiempo y el interés del viajero, donde dejarse llevar por la historia pasada y viva de los objetos que se exponen es fácil de seguir si utilizamos la guía que nos acompaña al comprar la entrada, con las salas numeradas. Galería del museo con aperos de artesanía y coche de caballos.
También nos ofrece la alternativa de distintos recorridos:
- uno ambiental, afín a la vida y trabajo de las diferentes clases sociales de Málaga y provincia;
- otro relacionado con los oficios artesanos y sus formas de expresión, como la albardonería, talabartería, carpintería, herrería, … tradiciones en zonas rurales intimamente relacionadas con el mundo agricola;
- el relacionado con la fiesta y el folklore, con una profusa manifestación de objetos tan arraigados a la personalidad malagueña, con carteles de feria, trajes regionales e instrumentos musicales;
- y una aproximación al descubrimiento de la Málaga histórica y las epocas más significativas (romana, islámica y la industrialización del S.XIX), a través de sus ambientes y piezas.
Es fácil dejarse arrastrar con la mirada por las historias que nos cuentan los objetos que allí encontramos, enmarcados por oscuras paredes de piedra que antaño se iluminaban con candiles, el encalado lúcido de sus muros y su patio empedrado en el que se disponían vinos y otros licores sobre toscas mesas de madera, y donde aún resuenan los ecos de las guitarras y cantes de las fiestas flamencas que allí se hacían tras una tarde de toros.
Pueden verse en las sombras del edificio a los mendigos ofreciendo romanceros y crónicas cantadas, y a las gitanas con una rama de romero leyendo las venturas a los viajeros deseosos de un destino, a los majos embozados en la capa española buscar con la mirada a las majas que reían y palmeaban a los sones de boleros, cachuchas y zorongos.
Barro Malagueño donde se reproduce a un contrabandista.
Dando ritmo al conjunto el guitarrista y el palmero dirigen la divertida celebración, mientras las castañuelas y panderetas salpican a los presentes de alegres notas en las hábiles manos de los bailaores y bailaoras .
En fín, todo ello y muchas cosas más podremos observar en salas distintas e inconexas, por lo que siguiendo un recorrido de orden lógico y buscando en lo que vemos la conexión con su medio, su utilidad, epoca, valor etnográfico e histórico, podremos decir que entendemos un poco mejor cómo han llegado esos artes, oficios e historias (los que lo han hecho) hasta nosotros.
Visita más que recomendable.
A.O.S.
P.S.: Se echan de menos unas explicaciones acerca del modo de fabricación, uso y utilidades, e incluso fotografías costumbristas que tienen muchos de los objetos que allí se presentan, e incluso su traducción a algún otro idioma, que permitiría su comprensión a muchas personas de otros lugares, que a juzgar por lo que observé, no alcanzaban a comprender los servicios de algunas curiosas “piezas” que tenían delante.
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