lunes, 2 de abril de 2012

El museo del vidrio y cristal de Málaga

       En el siglo XVIII los viajeros que se dirigían a Málaga usando el antiguo camino de Casabermeja en su arribada a la capital se topaban con lo que hoy es uno de los más bellos templos barrocos que aún conserva nuestra capital. Entonces sólo lo conformaban capillas, sacristía y otras dependencias ocupadas por la Orden de los Filipenses. Frente a este lugar se ubicaba una hermosa casona perteneciente a la familia Cassini que hace tan sólo unos años D. Gonzalo Fernández-Prieto ha recuperado con refinado gusto por cada uno de los detalles. Ahora el viajero puede encontrar en la Plazuela del Santísimo Cristo de la Sangre, antigua calle Gaona, frente a la iglesia de San Felipe Neri, el Museo del Vidrio y Cristal de Málaga.
En ésta ocasión fui solo a visitar el museo, con el ánimo de deambular primero por el hermoso y degradado barrio histórico. En la recepción tuve la inmensa suerte de ser recibido y más tarde acompañado en el recorrido por el mismo propietario, que mostraba y explicaba con detalle cada una de las obras expuestas, con un gran sentido del humor, un tanto british.
Empezamos por el exterior y las pinturas murales de la fachada. Al entrar, en el zaguán, contemplamos un espejo de hermosa manufactura, que tras un periplo por el extranjero fue adquirido en una subasta en Sotheby´s, curiosamente para volver a su ciudad de origen.
El interior del museo es una visión impresionante de artes decorativas, colección de pinturas, históricas vidrieras recuperadas, trabajos en vidrio y cristal de las antiguas civilizaciones: fenicia, greco-romana, bizantina, medieval, islámico, vidrieras catalanas y venecianas de los XVI y XVII, otros trabajos realizados en la Granja de Segovia para la monarquía y aristocracia española, así como muebles de maderas nobles de maravillosa manufactura.  Recorremos todas las épocas llegando finalmente a la época hippie y a las obras que los países nórdicos trabajan en nuestros días. 
En una de las vitrinas paramos unos minutos. Es  un lugar muy especial, donde se muestran las primeras obras coleccionadas por el mecenas que me acompaña. Desde los ocho o nueve años, me explica, aprendió a coleccionar como una manera de conocer y aprender sobre lo que coleccionaba, llegando el pasatiempo a un punto donde la actividad intelectual de coleccionar y saber más sobre ello, lo ha convertido en una obsesión de la que disfruta.
En el recorrido escucho muchos nombres, su conocimiento sobre la historia y el arte es enciclopédico, pero para mí sólo algunos son familiares y otros muchos extraños, William Morris, Adriann Hanneman, John Riley, Thomas Webb, Philippe Mercier, John Vanderbank, Joseph Wright, y otros; artesanos, poetas, pintores, ebanistas, diseñadores, escritores, todos ellos creadores de obras hermosas (hasta 3000 piezas tiene en propiedad el museo), algunas de las cuales se encuentran salpicadas por toda la casona. 
Tengo que reconocer que todo me maravilló, hasta el último detalle: desde los interruptores cerámicos de la luz italianos, los candelabros franceses donde la llama eléctrica titilaba con el centelleo de un fuego real, un vaso de cristal de Viena tallado y esmaltado con tanto detalle que hasta podríamos ver la hora del reloj de la catedral de San Esteban de Viena, una pareja de vinagreras catalanas del siglo XVI, que compiten en belleza con otras mostradas en el Metropolitan de NY, la colección de camafeos con filigranas de un gusto realmente exquisito, ........ una lista interminable. 

Durante todo el recorrido pude notar su entusiasmo, tan transparente como sus joyas de cristal. Es un hombre que se define optimista a pesar de haber visto desaparecer uno tras otro muchos de los conocimientos de los grandes artistas que trabajaron en el pasado en nuestra querida España y otros países, dejando huella patente de su arte en las obras expuestas. Por ello, el descomunal trabajo de rehabilitación y exposición de sus obras tendrá sentido, según dice él, si con ello se hace del museo un centro vivo, un activo de referencia y estudio para aquellos artesanos jóvenes que estén interesados en aprender las técnicas del pasado, muchas ellas en trances de desaparecer u olvidadas, y hacer futuro con ello.
En cualquier caso el museo del Vidrio y Cristal de Málaga es un faro que ilumina una sociedad que debe aprender de ese referente cultural que ya forma parte del patrimonio de la ciudad, y que sólo con estas iniciativas, desde el cariño y el respeto por el trabajo responsable y bien hecho podemos ver el futuro con optimismo.
Son las instituciones las que ahora deberían tomar la antorcha, y apoyar tan interesante iniciativa, especialmente en estos momentos tan difíciles que estamos viviendo.
Desde luego ha pasado a formar parte de uno de mis museos privados favoritos, junto al Gulbenkian, Frick Collection, Peggy Guggenheim y el Clark. 
Su página web, francamente mejorable, no le hace justicia, pero para quien desee visitarla dejo su  dirección: www.museovidrioycristalmalaga.com
Una visita muy recomendable.
A.O.S. "La Cañada del Sacristán"